Thursday, 28 March 2024

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CALIDAD Y CANTIDAD, A CORTO PLAZO PDF Print E-mail
Revista Cognición 43 - Difusión Científica

CALIDAD Y CANTIDAD, A CORTO PLAZO

Silvia C. Enríquez
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y Escuela de Lenguas
Universidad Nacional de La Plata
Argentina

 

 

Resumen

El modo más sencillo de emplear los recursos digitales en la educación formal es a través del blended learning, pero muchos docentes todos los niveles continúan careciendo de una formación básica que les permita hacerlo, y algunos de ellos se sienten indiferentes o intimidados ante unas herramientas que no comprenden ni conocen, o sobre cuya eficacia son escépticos. En consecuencia, las instituciones educativas suelen presentar un mundo en el que no existe la tecnología, a pesar de que su uso ya resulta imprescindible en la vida diaria.Por ello este trabajo propone brindar cuanto antes a todos los docentes una formación sólida en la metodología del uso de estas tecnologías centrando la formación en el aprendizaje de las TAC, tecnologías del aprendizaje y el conocimiento, que postulan la necesidad de aprender a emplear las TIC pero acompañadas por la metodología que explica su uso.

Postulamos que se deben dar a conocer también los nuevos modos de gestión del conocimiento, que ven a la educación como ubicua, permanente, y personalizada, pero también social, con acceso a toda la información que puede obtenerse por los medios tradicionales más los que brinda internet. Por esta vía se llega a otra importante dimensión de la enseñanza: formar ciudadanos a través de las TEP, teorías del empoderamiento y la participación. Sostenemos además que esta enseñanza se puede llevar a cabo implementando instancias educativas que los empleen y enseñen a aprender con ellos, para llevar a cabo la tarea de formación con mayor efectividad en un tiempo considerablemente menor.

 

Palabras clave

blended learning, TAC, metodología, formación docente, gestión del conocimiento, innovación.

 

 

 

Los primeros usos educativos de los avances tecnológicos más recientes, representados sobre todo por la Internet y lo que dio en llamarse las TIC, se vieron marcados por grandes aciertos y la apertura de nuevos caminos metodológicos, pero al mismo tiempo por un excesivo entusiasmo que no siempre estuvo acompañado por la necesaria reflexión teórica. En consecuencia, hemos presenciado la aparición de numerosos cursos y sitios web o blogs educativos que explican de qué modo se emplean diversas herramientas informáticas, pero muchas veces con escasa o nula referencia al soporte metodológico que puede volverlas útiles en educación.

En efecto, abundan los sitios en los cuales se muestran experiencias de empleo de estas tecnologías. También se comparte material que puede ser reutilizado por otros docentes, o bien ideas que cada uno puede adaptar a sus circunstancias profesionales. A pesar de sus limitaciones (muchas veces no se hace ni siquiera mención de los principios metodológicos que sustentan el diseño de este material), este tipo de actividad es claramente muy provechosa, y los comentarios de los docentes que frecuentan esos sitios suelen dar cuenta del aprendizaje que se produce a partir de esa socialización de los conocimientos.

La presencia de estos recursos virtuales da cuenta también del hecho de que se ha visto en el blended learning el modo natural de llevar las tecnologías al aula, ampliando así los recursos de la educación presencial con las nuevas posibilidades que ofrece el empleo de las herramientas digitales. Naturalmente, esta “irrupción” de nuevas tecnologías en la educación debe venir acompañada del aprendizaje de la metodología que nos permitirá emplearlas de modos que produzcan aprendizajes significativos.

 

La formación de los docentes en educación virtual

Y sin embargo simultáneamente (y en cierta medida debido a lo antes apuntado), muchos docentes en actividad de todos los niveles continúan careciendo de una formación básica en el uso de estas tecnologías, algunos hasta el punto de casi ignorar de qué modo se emplea una computadora. Esto sucede, además, con personas de todas las edades: tanto con quienes tienen décadas de experiencia en educación, como algunos recién graduados. Este desconocimiento puede generar diversas actitudes.

Entre estos docentes se encuentran quienes se sienten indiferentes o intimidados ante unas herramientas que no comprenden ni conocen, y que no planean aprender a emplear porque creen que se deberían enfrentar a una tarea de enorme dificultad. Son los docentes que no saben aún cómo abrir o para qué emplear una cuenta de email, no han descubierto las posibilidades de una búsqueda en internet, o continúan escribiendo sus textos en papel para luego (en el mejor de los casos) “pasarlos en limpio” en un procesador de textos, con gran dificultad en general. Algunos de ellos seguramente han visitado los sitios que mencionamos más arriba, y se han sentido desalentados al ver que los temas suelen estar expuestos teniendo en mente a las personas que ya dominan los aspectos básicos de las TIC, y pueden construir conocimiento sobre esa base. Además, como apuntábamos, este tipo de sitios suele tener una limitación: al no hacer explícita la metodología que sustenta las actividades presentadas, los docentes sólo pueden emplear ese material tal como se les ofrece, y no tienen la posibilidad de transferir los principios teóricos que las sustentan al diseño de material propio. Es decir, pueden hacer uso de material diseñado para la educación virtual sin terminar de comprender por qué y de qué modo debe ser empleado.

Otros son escépticos acerca de la eficacia, y por lo tanto la necesidad, del empleo de estas tecnologías. También suelen desconocer los fundamentos metodológicos que explican de qué modo(s) se las puede emplear, y por lo tanto también ignoran que su eficacia ya ha sido probada y que su empleo abre nuevas posibilidades educativas. Estos docentes a menudo refutan los planteos metodológicos más recientes creyendo que son sólo propuestas a futuro demasiado optimistas, que no han tomado en cuenta todos los factores relacionados con su implementación, o bien suponiendo que las propuestas de empleo de las TIC se reducen a una moda pasajera causada por el atractivo de lo novedoso. O bien suelen suponer que un curso a distancia deja de lado la función y la presencia del docente, y simplemente envía material impreso, asigna tareas y luego evalúa, dejando que los alumnos traten de comprender por sus propios medios, en soledad.

A estas actitudes se suele sumar la convicción de que el aprendizaje de las tecnologías que se han hecho posibles con los avances tecnológicos del mundo digital supone un esfuerzo y una inversión de tiempo considerables, y en realidad debemos decir que en este caso están en lo cierto. En consecuencia, un número importante de docentes continúa sin conocerlas ni implementarlas. Y debido a esto muchas veces las instituciones educativas siguen mostrando un mundo en el que no existe la tecnología, sin reparar en la contradicción que significa no incluirla en el proceso de enseñanza-aprendizaje a pesar de que, al cruzar el umbral de la escuela, los miembros de esa comunidad salen a una realidad en la que todos empleamos lectoras de tarjetas, tenemos la posibilidad de pagar nuestras cuentas por diversos medios electrónicos, y no podemos conseguir muchos de los empleos más comunes sin saber emplear una computadora eficientemente (algo que, sin embargo, no todos saben hacer).

En todos estos casos, es muchas veces difícil, pero a la vez imprescindible y urgente, brindar cuanto antes a todos los docentes una formación sólida en el uso de las tecnologías, completando la que ya poseen o ayudando a transitar las etapas iniciales a quienes lo necesiten. Esta capacitación debería tender a que todos los docentes incorporen herramientas digitales a sus clases en alguna medida y según sus circunstancias, ya sea en la modalidad blended learning, es decir como complemento de cursos presenciales o en instancias virtuales, pero siempre con conocimientos metodológicos suficientes.

Esta formación debe comenzar haciendo comprender a los docentes que nadie valora lo que no conoce, pero por esa misma razón no debería descartarlo hasta constatar si realmente carecen de utilidad. Aunque tal vez deberíamos ocuparnos antes de una idea más básica: los docentes debemos actualizar nuestros conocimientos a lo largo de nuestra vida laboral, tal como lo hacen muchos otros profesionales. Esto puede parecer evidente, pero sabemos que no lo es para muchos. En la práctica, la posibilidad de que la generalidad de los docentes haga estudios de posgrado en temas de educación es sumamente reciente, y todavía no ha sido comprendida o aprovechada por un gran número de ellos. Y sin embargo debería ser tan evidente como lo es el hecho de que un médico o un electricista graduados en 1990 no pueden continuar ejerciendo su profesión con los mismos conocimientos que tenían en ese momento.

Es decir, con o sin la existencia de los avances metodológicos que incorporan las TIC, todos los docentes debemos comprender de una vez por todas que dejar de aprender cuando nos graduamos no es una actitud profesional acertada, y que debemos continuar estudiando a pesar de que esto implica tiempo y esfuerzo, porque esto es condición básica de nuestra eficiencia. Un cambio de esta naturaleza claramente redundaría en un mejoramiento de la calidad de nuestro trabajo y le daría a la habitualmente subvalorada profesión de educador la jerarquía que en realidad merece.

Y también deberíamos comprender que una vez más, como en otros períodos históricos, la educación debe hacerse eco de los avances tecnológicos que se producen en el mundo, en primer lugar porque forman parte del conocimiento humano, pero sobre todo porque estos avances repercuten en las destrezas que es necesario adquirir para desempeñarnos en todas las esferas de nuestra vida, incluyendo el mundo laboral y (con gran fuerza en este caso) hasta en el social. En este sentido, incorporar el empleo de internet a la educación no es diferente de haber incorporado antes otras tecnologías tales como la escritura, el texto impreso o el bolígrafo.

Por si hiciera falta algún argumento más, deberíamos reflexionar sobre la actitud de los alumnos actuales hacia la educación, y preguntarnos cuánto interés tienen en los contenidos que les proponemos, en qué medida nos creen, si su actitud refleja que confían en nuestros conocimientos y experiencia. Se suele decir que muchos jóvenes carecen de interés por estudiar y aprender, pero tendríamos que preguntarnos si ese aparente desinterés no se basa en la enorme distancia que existe entre el mundo que conocen a través de internet y el que les muestra la escuela, si no sienten que la educación que se les ofrece está divorciada de la realidad actual. Y puede suceder, a consecuencia de esto, que aun lo que podrían percibir como útil y necesario se transforme para ellos en ideas que no pueden relacionar con su vida, porque no ven cómo pueden integrarlas a su mundo.

Tal vez, la ausencia casi total de la internet y todo lo que en ella se aprende en algunas aulas causa en ellos la convicción de que lo que enseñamos es inútil o intrascendente, opinión que en ocasiones puede ser claramente injusta, pero que no lo es siempre. La presencia de las netbooks entregadas por el gobierno argentino en clases en las que no se las sabe emplear adecuadamente causa un efecto similar, acompañado de desinterés y desaliento.

Es que “Nuestros alumnos, nuestros hijos ya han elegido: son residentes digitales. Internet es una parte más del mundo en el que viven” (González 2012). Seguramente por estas razones, mi experiencia con alumnos universitarios de grado indica que muchos nos ven como personas con una formación arcaica, que no nos hemos dado cuenta de que el mundo ha cambiado y ya no lo comprendemos como antes. Y todos, aun quienes ya hemos incorporado muchos cambios a nuestra labor docente, estamos pagando las consecuencias de esa convicción, que a menudo se refleja en la falta de interés por aprender de nosotros. Claramente, debemos dialogar con los jóvenes y también plantearnos si lo que enseñamos, y el modo en que lo enseñamos, continúa siendo relevante.

 

Lo que es necesario aprender: las TAC

Si bien el Estado tiene un rol importante en la implementación de políticas que tiendan a este aspecto de la formación docente, cada institución educativa debe a su vez plantearse sobre qué fundamentos y de qué modo la implementará. En Argentina en particular tenemos una gran labor por delante en este sentido, pues esta formación ya se está impartiendo, pero en muchas instituciones es todavía necesario hacer mucho en este sentido, incluyendo a veces que los propios directivos comprendan la necesidad de esta tarea, la implementen y permitan que se lleve a cabo.

En nuestra opinión, esta formación debe centrarse en el aprendizaje no ya de las TIC sino de las TAC, tecnologías del aprendizaje y el conocimiento (Vivancos, 2009), que postulan la necesidad de resignificar las TIC con una mirada metodológica. Lozano (2011) las define diciendo que “…las TAC van más allá de aprender meramente a usar las TIC y apuestan por explorar estas herramientas tecnológicas al servicio del aprendizaje y de la adquisición de conocimiento.” No se trata de nuevas herramientas, sino de las mismas pero seleccionadas y valoradas según su aporte real al aprendizaje.

Esta noción se ha cristalizado en diferentes países en modelos que tienen una fundamentación teórica con cierta organicidad, que continúa construyéndose a medida que el tiempo y la experiencia lo permiten pero ya cuentan con suficiente solidez para ser implementadas a escala nacional. En Francia, por ejemplo, se habla de las TICE (TIC para la educación), y en Estados Unidos nació el modelo TPACK, originado en las ideas de Lee Shulman de 1986. En Argentina este modelo se incorporó en 2012 a instancias de formación docente tales como la Especialización docente en educación y TIC que ofrece el Ministerio de Educación de la Nación.

No es difícil comprender que el conocimiento de la metodología específica de la educación virtual es imprescindible, en primer lugar, para que los docentes puedan hacer uso de las herramientas tecnológicas en su labor educativa con eficacia, y de ese modo aumentar los recursos de los que disponen para generar un aprendizaje significativo. Y además para lograr que los alumnos se sientan motivados a aprender porque perciben como relevantes no sólo los contenidos propuestos sino también el modo en el que los docentes los guían en el aprendizaje, sin dejar de lado los nuevos recursos y modos de aprender con los que ya en muchos casos se han familiarizado fuera de la escuela. Es decir, la educación sencillamente no puede ignorar la existencia de estas herramientas porque hacerlo sería ignorar parte de la realidad actual.

De hecho, quien desconoce esta metodología no puede comprender las razones por las que las herramientas virtuales son eficaces en educación. Lo que se puede ignorar es básicamente que su implementación tiende a obtener mismo resultado que educación tradicional, pero por caminos en buena medida distintos. Por esta razón, sus ventajas distan mucho de resultar evidentes para quien no se ha iniciado en su estudio.

Lo dicho anteriormente nos lleva a dos conclusiones: la primera es que todo docente que cuente con una buena formación metodológica sólo será convencido de la relevancia y utilidad de la educación virtual por medio de nuevos y renovados argumentos metodológicos. Y la segunda es que no debemos olvidar que, especialmente en la educación superior, son muchos los profesionales que ejercen la docencia sin haber recibido formación pedagógica alguna, y por lo tanto para lograr que comprendan la importancia de capacitarse en el uso de la red deberemos convencerlos antes de que su desempeño se vería mejorado sustancialmente por un aprendizaje de este tipo.

Un docente que emprenda esta formación se convertirá a la vez en un “maestro-aprendiz” (cfr. González 2012), y le dará una nueva dimensión a la idea constructivista de que tanto el educador como el educando enseñan y aprenden al mismo tiempo. Una idea muy repetida, pero que debemos aprender a poner en práctica con mayor efectividad y más frecuencia.

 

Gestión del conocimiento

Se afirma frecuentemente que hemos llegado a lo que se denomina la sociedad del conocimiento, etapa posterior a la sociedad industrial en la que los ciudadanos tienen la posibilidad de apropiarse de la información de modo crítico. En palabras de Carmen González (2012), ésta se caracteriza por integrar tres etapas: la del lenguaje como medio de transmisión oral, la del texto escrito, cuyas herramientas son la lectura y la escritura, y la de internet, caracterizada por el conocimiento compartido, el trabajo colaborativo y la transmisión inmediata. Esta última tiene como herramienta a la web 2.0, es decir la internet que permite la interacción entre los usuarios. La relación entre estas tres etapas, según González, es que “se suma, no se sustituye” lo que cada una aporta.

También esta idea se ve reflejada en la noción de las TAC. Jordi Vivancos (citado por A. Tallada, 2009) lo explica en la siguiente fórmula:

 

“TAC = e-learning + gestión del conocimiento”

 

Es decir, las TAC implican aprender a aprender (gestión del conocimiento) por medio de recursos virtuales (e-learning). Lo que un docente debe aprender en primer lugar, en consecuencia, es cómo gestionar el conocimiento, es decir cómo adquirirlo, evaluarlo, almacenarlo, compartirlo y elaborar nuevo conocimiento a partir de éste. Debe hacerlo además empleando la información proveniente de las tecnologías del mundo virtual, que se suman a los recursos tradicionalmente empleados en educación (básicamente la bibliografía en soporte papel) y, en una etapa posterior, transmitir esa habilidad a sus alumnos. En efecto, el surgimiento de la web 2.0, y luego de la web 3.0, ha dado origen a una serie de nuevos modos de aprender, que ven a la educación como:

 

  • ubicua (no limitada a las instituciones educativas),
  • permanente (se presupone que, dado el cada vez más acelerado avance de los cambios tecnológicos, es imprescindible estudiar durante toda la vida laboral),
  • personalizada (de manera tal que ese aprendizaje que cada uno decide y gestiona para sí mismo tiene relación con la propia identidad, los propios objetivos),
  • pero a la vez social (y por ello apoyado en una red de contactos humanos con otros aprendices y con especialistas a quienes se puede consultar),
  • con acceso a toda la información que puede obtenerse por los medios tradicionales más los que brinda internet.

Estas nuevas modalidades de aprendizaje ya han producido desarrollos teóricos que ciertamente continúan evolucionando, pero que han demostrado que pueden guiar una práctica que ya se ha vuelto común en el mundo virtual y bien se puede generalizar dentro y fuera de las instituciones educativas. Así, han dado origen a conceptualizaciones tales como el conectivismo de George Siemens, que teoriza sobre el modo en que los aprendices establecen redes de conceptos y de personas con quienes aprenden e intercambian información, por medio de un conglomerado de herramientas informáticas a las que se ha dado, según su naturaleza, el nombre de PLE (entorno virtual de aprendizaje, por sus siglas en inglés), PLN (red personal de aprendizaje), o PKN (red personal de conocimientos) entre otros. Etienne Wenger (cfr. 2006)  por su parte nos habla de las comunidades de práctica, uno de varios conceptos similares que analizan los diversos modos en que los aprendices se relacionan entre sí para ayudarse a aprender, intercambiar información o experiencia, en síntesis para construir conocimiento de modo colectivo.

Es este tipo de enseñanza, y el correspondiente tipo de docente y de alumno, lo que postulamos que se debe generar a través de la actualización de la formación metodológica en las TAC.

Y, dando un paso más adelante, Dolors Reig (2013) a su vez nos habla de que la educación debe formar ciudadanos a través de las TEP, teorías del empoderamiento y la participación. Dice a propósito de esto, al hablar de su academia:

 

“No estará completo el proceso formativo hasta que el estudiante ponga en práctica lo aprendido e incluso genere nuevas ideas o conocimiento, participe, en definitiva, del ámbito creativo de la especialidad en la que se está formando. El refuerzo de la Identidad digital profesional o de intereses que proponemos en la Academia, posibilitando y difundiendo siempre que podamos el trabajo de los participantes en las redes sociales, blogosfera, etc. pretende la implicación real de la persona en lo que va ocurriendo en internet, en el mundo, sobre los temas de cada curso. Por último, si el objetivo final de la utilización de las TIC entendidas como TEP es provocar la implicación, integrar a las personas en cada “comunidad profesional” que se desarrolle en redes, la motivación para la acción, la capacidad de entusiasmar del profesor, vuelven a ser aspectos clave.”

 

Todo lo antedicho constituye un panorama ciertamente novedoso, pero que nos resulta reconocible en alguna medida si pensamos, por ejemplo, en el modo en que se han producido en estos últimos años movimientos sociales y grandes cambios que parten de la reacción provocada por la difusión de información que en el pasado habría sido mucho más difícil de dar a conocer, o mucho más fácilmente mantenida en secreto.

 

¿Cómo llegar a todos con calidad?

Si las TAC son las tecnologías que resultan útiles para el aprendizaje y el conocimiento, a la hora de diseñar instancias de formación docente deberemos entonces seleccionar los modos de emplear las herramientas digitales que sean útiles en la labor educativa, y esto implica cubrir varios frentes. Por una parte, y para hablar de lo que tal vez nos venga a la mente en primer lugar, necesitaremos aprender a seleccionar las herramientas que contribuyan a que nuestros alumnos aprendan la materia que impartimos del modo más adecuado. Esto implica que cada docente debe saber cuáles son los recursos digitales que están a su disposición, y a la vez debe conocerlos en una medida tal que le permita evaluar cuáles le resultará más conveniente emplear en sus circunstancias profesionales concretas. Además, será necesario que actualice este conocimiento permanentemente, porque se trata de un campo en continua (y rápida) evolución.

Pero también es imprescindible enseñar a los docentes a emplear herramientas tecnológicas que les resulten útiles en su vida laboral, que les permitan trabajar con mayor eficiencia y a la vez comprender por experiencia propia cuáles son las posibilidades que le ofrece la web 2.0. Esto también es central, creemos, en el concepto de las TAC, porque si la educación formal debe preparar a los alumnos para la vida laboral, estas destrezas deben ser enseñadas y empleadas en ella porque forman parte de la preparación básica que cualquier persona debe adquirir en la actualidad.

También será necesario proporcionar a los docentes la experiencia de ser alumno virtual (en alguna instancia educativa que haya sido diseñada con conocimientos metodológicos suficientes, porque de lo contrario es muy posible ese docente se convenza de la absoluta inutilidad de esta modalidad educativa). Como habrá podido constatar cualquiera que haya pasado por esa situación, no hay mejor modo que éste de aprender a enseñar con herramientas virtuales. Esta experiencia facilitará que adquieran una mayor intuición digital (Reig 2012), que a su vez mejorará su creatividad a la hora de aplicar esos conocimientos en clase.

En consecuencia, resultarán necesarias toda una serie de habilidades. En un trabajo anterior (2012) hicimos una lista de las destrezas que consideramos deben adquirirse. La repetimos a continuación, corregida y aumentada:

  • usar eficientemente (es decir más allá de lo elemental, y en la medida en que a cada uno le resulte necesario) herramientas básicas tales como procesadores de textos, programas de edición de imágenes, herramientas para editar colaborativamente, compartir archivos y almacenarlos en la nube,
    • hacer un uso básico de internet: subir y descargar archivos de todo tipo, hacer una búsqueda de información, resolver problemas técnicos con páginas de ayuda o por medio de búsquedas de instructivos, foros de dudas etc,
  • sindicar contenidos, organizar páginas de interés para el usuario y en consecuencia manejar y evaluar (ser curadores de), las ingentes cantidades de información que se producen actualmente,
  • mantenerse razonablemente informado de los cambios, avances y novedades que se producen permanentemente en el mundo digital, por lo menos en el campo de la propia disciplina,
  • emplear ese material de modo creativo y ajustado a las propias necesidades, ya sea para dar clase, trabajar, o aprender sobre temas no relacionados con la profesión (además de sus usos recreativos y sociales),
  • colaborar con otras personas en la circulación y generación de conocimiento,
  • registrarse en un sitio web, blog o similar, suscribirse a ellos,
  • editar y publicar contenido en un blog/grupo/wiki, etc
  • emplear comunidades de práctica, redes sociales y similares para enseñar, aprender y trabar relaciones profesionales,
  • organizar su propio PLE,
  • en general, transformarse en un aprendiz más autónomo,
  • conocer los principios metodológicos que sustentan el empleo de todos los recursos anteriores en situaciones que produzcan un aprendizaje significativo.

 

¿Es posible producir un cambio tan importante en la mentalidad de los docentes?

Creemos que sí, como expondremos a continuación, a pesar de que la lista que antecede a este apartado puede parece intimidante (aunque no lo es tanto). Pero sobre todo pensamos que no se debe olvidar que este cambio es imprescindible y por lo tanto se debe necesariamente encontrar el modo de hacerlo, y además de llevarlo a la práctica cuanto antes. Idealmente, ya debería haberse producido.

Para comprender el modo en que esto puede hacerse, volvemos a la idea de que esta enseñanza se debe llevar a cabo implementando fundamentalmente cursos de modalidad virtual o blended learning, en los que los docentes puedan emplear las herramientas virtuales que necesitan, y aprender con ellas. Contamos con la ventaja de que el objeto de aprendizaje (las herramientas que facilitan las tareas mencionadas anteriormente) son también medios por los cuales se puede llevar a cabo ese mismo aprendizaje. Así, será posible aprender qué es una comunidad de práctica llevando a cabo algunas de las actividades comunes en éstas, tales como foros de intercambio de experiencias profesionales o repositorios de material o información relevante para el curso y sus integrantes, que se pueden confeccionar en los formatos digitales usuales para ese fin. La experiencia indica que se puede enseñar y alentar, a través de las lecturas y actividades de un curso, tanto los fundamentos metodológicos como la formación en la práctica de un PLE, la búsqueda y selección de información, su almacenamiento online y su socialización. Ya hemos hablado de un curso de este tipo en una publicación anterior, en http://www.ead.unlp.edu.ar/blog/?p=231.

Esto permitirá que esos docentes incorporen luego esas habilidades a su propia práctica y las transmitan a sus alumnos. Organizar cursos presenciales sobre el tema, en cambio, sería un contrasentido porque no permitiría que quien lo dicta enseñe con la misma eficacia a superar las dificultades, inseguridades o temores que muchos adultos experimentan ante lo virtual, y no garantizaría que cada uno cuente con el tiempo necesario para entrenarse en el empleo de las tecnologías a su propio ritmo. Una experiencia más cercana, de primera mano, de la virtualidad permitirá, en cambio, que el docente esté en mejores condiciones de apreciar lo mejor de los dos mundos (el presencial y el virtual) y por lo tanto tome mejores decisiones sobre el rol que cada uno cumplirá en su aula.

De este modo la tarea de formación se llevará a cabo de un modo mucho más efectivo en un tiempo considerablemente menor, y con mayor eficacia porque se enseñará a emplear herramientas verdaderamente útiles en la adquisición y gestión del conocimiento en cualquier situación de la vida, ya sea dentro o fuera de la educación formal. Este tipo de formación además ayuda a comprender las características (y por consiguiente la importancia y calidad) de la educación virtual, y es en sí misma evidencia de que no es necesario contraponerla a la educación tradicional, presencial, porque la educación no sólo no pierde, sino que gana nuevas posibilidades con la incorporación sistemática de las TAC a sus prácticas anteriores.

Al buen entendedor (es decir, al docente, por contar con una formación metodológica) le basta con este tipo de contenidos para comprender y en consecuencia decidirse a aprender, experimentar y adentrarse en este terreno desconocido. Frente a este planteo se encuentra uno por el momento tal vez más frecuente, pero que claramente no tiene el mismo alcance: el de enseñar el empleo de herramientas o actividades aisladas y sin contexto teórico que explique por qué razones y con qué fines pueden ser usadas.

Volviendo a nuestra pregunta sobre cuáles destrezas se deben adquirir, luego de este tipo de aprendizaje seguramente no quedan dudas sobre cómo se pueden responder preguntas como la siguiente: ¿qué tiene mayor importancia en el aula: hacer un collage digital, o emplear una red social educativa para comunicarse con los alumnos fuera del horario de clase? ¿Compartir enlaces en diigo o documentos en google drive, o entregar a los alumnos una presentación de diapositivas hechas por el docente?

 

Conclusiones

Hemos hablado de cambios que creemos imprescindibles para poder continuar contribuyendo a un aprendizaje significativo, y que motive a nuestros alumnos. La necesidad de llevarlos a cabo se apoya en el hecho de que los desarrollos metodológicos más recientes parten del empleo de las innovaciones tecnológicas, y las incluyen con toda naturalidad. Estos cambios son, pues, posibles además de necesarios, pero no sólo posibles a futuro. Por el contrario, son una realidad presente que debemos trabajar para que todos los docentes conozcan y aprovechen.

Se trata además de un cambio urgente, porque aunque tal vez no lo percibamos con claridad, los alumnos actuales son en muchos casos nativos digitales y, como dice González (2012):

 

“Necesitamos aprender nuevos códigos sin los cuales nos convertimos en analfabetos funcionales:

  • Incapaces de comunicarnos en el lenguaje que usan nuestros alumnos
  • desconocedores del mundo en el que debemos enseñarles a vivir”.

 

Y, podríamos agregar, transformados en personas que no motivan a sus alumnos porque entre sus múltiples conocimientos no poseen los que a ellos les resultan relevantes. Si esta afirmación parece excesiva, deberíamos preguntarnos nuevamente si satisfacemos las necesidades de los alumnos actuales. No es que los conocimientos cuyo aprendizaje debemos facilitar sean necesariamente diferentes de lo que se aprendía en etapas anteriores (aunque en muchos casos lo es), sino que actualmente se ha vuelto necesario aprender con la tecnología. Esto se podría entender (parafrasear) como aprender haciendo uso de las ventajas que nos brinda la tecnología, pero también como aprender teniendo conciencia de que esta tecnología existe y debemos hacer uso de ella porque la necesitamos en todos los aspectos de la vida. Otros adultos tal vez puedan decidir vivir al margen de Internet, pero los docentes no tenemos esa opción.

Se trata de un cambio de paradigma necesario, y que exige un consiguiente cambio de mentalidad, de actitud frente al tema. En nuestra opinión, no hay mejor modo de producirlo que mostrando con las ideas y en la práctica que llevarlo a cabo es una oportunidad excelente para continuar progresando y creando oportunidades de una mejor educación para todos.

 

Bibliografía

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Silvia C. Enríquez

Magister en Entornos Virtuales de Aprendizaje (2013, Universidad de Panamá y Virtual Educa), Especialista en entornos virtuales de aprendizaje (2011, Organización de Estados Iberoamericanos, Virtual Educa y Centro de Altos Estudios Universitarios), Diploma en diseño y operación de cursos en línea, (2012, Universidad de Guadalajara). Graduada como Profesora de Inglés en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, en 1981. Desde 1990 trabaja en la Cátedra de Lengua Inglesa III, materia del Profesorado y el Traductorado de Inglés de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Coordinadora y profesora de los Cursos Especiales del Programa de Capacitación en idiomas para docentes de la UNLP. Presidencia de la UNLP. Coordinadora de la Sección de Cursos Especiales y Profesora de inglés en la Escuela de Lenguas de la Universidad Nacional de La Plata. A cargo en esta institución de la organización, tutoría y diseño de material didáctico de los cursos a distancia. Ha publicado diversos artículos sobre temas de literatura, lingüística y educación a distancia en revistas y actas de congresos.

 

 
FIN
 
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